domingo, 9 de noviembre de 2014

Pienso en la parte formal de una planta. Sus hojas, sus ramas, su tallo y la raíz, aunque esta última no me es visible. La enredadera de mi casa tiene muchas hojas. Todas diferentes, cada una única. Comparten una misma raíz. Entre todas conforman la planta que observo como un todo hermoso, un verde vibrante, vivo y fresco. Las hojas viven.
Me sorprende la forma de crecimiento de las distintas plantas. Esto me lleva a experimentar en algunas de mis producciones. Dibujo sus formas, y experimento en la creación de mis propios inventarios de plantas. Realizo un juego de comparación entre la planta y mi cuerpo, como seres vivos, en movimiento, en transformación constante.

La energía que circula por dentro de la planta, es un proceso análogo a lo que sucede en mi, me transformo constantemente. Circula por mi cuerpo la energía de las prácticas y acciones que elijo y realizo diariamente, que me rodean, que movilizan mi rutina, que forman mi modo de ser. Las hojas son como esas actividades, que aunque son diversas componen un todo: comparten como raíz la elección por el desarrollo de lo artístico.


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